Cuento - El Campo de Trigo - Tercera parte
Noche y Tormenta
Con
el tiempo nos damos cuenta de que todo cambia de acuerdo con la perspectiva en
que se lo mire. Depende del momento en que se analizan las cosas y de las
circunstancias.
Cambian
las personas, cambian los lugares y los conceptos, todo depende del
observador, del testigo, e incluso del relator.
Y
así es como la sala de la estancia, que durante el día se encontraba llena e
invadida de
ruidos,
olores y colores, en medio de la noche se convertía en un lugar lleno de
mística y cuna de descubrimientos personales...
Esa
noche, tras una larga y ruidosa tormenta, cuando ya el viento y el agua habían
cesado, estando el cielo cubierto de nubes, tantas que no dejaban pasar ni
un pequeño rayo de luna y la oscuridad llenó de silencios los rincones, dejando
ciegos por un pequeño instante a tres de los niños que vivían en esa casa y que
sin que nadie los viera escapándose de sus habitaciones; pero
permitiéndoles gracias a esto disfrutar de un exquisito saboreo del resto de
los sentidos. Y lo que durante el día, estando llenos de luz, es
completamente imperceptible, en ese momento se convirtió en protagonista
de la escena.
El
sonido parecía potenciado, (el crujir de los muebles, la respiración e incluso
el movimiento de las hojas de lo árboles al balancearse gracias a la brisa); el
olor a lluvia y a tierra mojada que ingresaba por la ventana, y la linda
sensación de percibir el aire fresco en el rostro. Todo se sentía y parecía
diferente.
Luego
de dejar la mesa desnuda, el mayor de los niños encendió y reposó sobre ella
una
vela,
que fue en ese momento, imán de percepciones y centro de las miradas pequeñas.
Y
sus ojos no pudieron dejar de mirarla...
Casi
como si fuera un exposición o una presentación, comenzó en ese instante
un
espectáculo
privado del fuego. La gota redondeada, amarilla casi blanca danzaba en la
sima y casi flotando suavemente se movía, robando pequeñas sonrisas al dar
en forma esporádica pequeños espasmos caprichosos.
La
cera casi traslúcida se modificaba, se ablandaba y endurecía, dejando marcas,
marcando huellas. Siendo parte de ese momento, el mayor de ellos no podía
dejar de pensar,
Será
que una vela nos imita? Será acaso que somos como velas? Que en algunos casos
nunca
nos encendemos, y nuestra existencia pasa a ser completamente inútil y sin
sentido. Y en otros casos cumpliendo nuestra misión damos luz e iluminamos
y entregamos pequeños momentos mágicos, encontrando y cumpliendo nuestro
objetivo.
De
repente la puerta de la cocina se abrió y entró el peón, que se sorprendió al
ver los niños ahi, pero mucho más se sorprendieron y asustaron los niños
que estaban casi hechizados ahí.
-
¿Pero qué hacen aquí niños? dijo el
moreno peón.
-
Nada, Nada, solo estábamos… estábamos
aquí mirando el fuego,
-
Pero niños si su padre los ve, los
regañará mucho, vayan a dormir, les sugirió en un tono cómplice y
amistoso.
Los
niños rápidamente le hicieron caso y salieron casi corriendo, salvo el
mayor de ellos que se quedó allí esperando a que sus hermanos salieran
para poder hablar un momento
con
el peón (con quien tenía una relación de amistad y de confianza), y cuando
estaban
solos
le preguntó.
-
¿y tu que haces a esta hora? aun no es
la hora en la que te levantas. ¿por qué estás vestido como para salir, si es de
noche y ha llovido tanto?
-
Es que hay algo que me tiene preocupado
patroncito. hoy en la mañana vi por segunda vez, un niño por los alrededores,
creo que es un vagabundo o está perdido, ud, sabe patroncito yo ya lo he
visto un par de veces, anda como escondido, está en los alrededores vio y
me ha preocupado que esté ahí afuera asustado.
-
¿y por qué salís a esta hora? ¿no es
mejor ir de día y con más personas para que te ayuden a encontrarlo?
-
No patroncito, el niño debe estar
asustado ahora, además de día, ¿ud creo que su padre me dejaría ir a buscar a un
niño?
-
Entonces no te quedes aquí, ve rápido,
y llevalo al galpón grande, yo mañana iré ahí.
-
Claro mi patroncito, eso haré, vaya a
acostarse que ya pronto saldrá el sol, y no quiero que me lo reten si lo
encuentran levantado a esta hora.
El
pequeño volvió pensativo a su cuarto, y el moreno luego de ordenar la cocina y
guardar la vela, salió al campo, buscando a un niño que no conocía a un niño
que no sabia si estaba perdido o escapaba, sin saber tampoco que así como el
fuego transformaba la vela, ese niño transformaría sus vidas, dejando
marcas, marcando huellas.
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