Cuento Corto - Payaso


Desde el que el tiempo es tiempo y de manera permanente e ininterrumpida almas en pena y almas en gracia se buscan, se atraen, luchan con el destino y tuercen caminos hasta al final poder encontrarse y fundirse formando una sola, porque ambas se necesitan para poder reposar en paz y así continuar su existencia.
Hay una fuerza superior a ellas mismas que hace que no descansen hasta encontrarse, esa fuerza es como la de un imán que busca a su opuesto, como la fuerza natural que hace que una semilla diminuta busque germinar y crecer siguiendo el calor del sol, para finalmente convertirse en un gran árbol que con sus brazos busca el cielo.

 Y de esta manera transcurre el tiempo con este movimiento de almas que se buscan,  pero hay veces donde la búsqueda es trunca, hay veces en que ellas por sí solas no pueden encontrarse, entonces se quedan ahí quietas en el tiempo, paralizadas en el espacio, con sed del encuentro. por eso hay algunas otras, cuya misión primera es ser el nexo, el puente que une lo que debería estar junto, une el pena con la gracia, el dolor con el consuelo.

Recorría caminos, andando ciudades, el circo caminaba las calles de los pueblos perdidos en el monte y también las calles de las ciudades de hierro y cemento. Pasaban las lunas y los soles y la magia de ese grupo de gente rara llenaba por momentos las miradas de los lugares por donde pasaban.

Y cada tanto se erguía la lona roja y amarilla, formando lo que parecía un gran carrusel con un banderín que flameaba en su cima, con líneas gruesas de colores vivos apagados por el sol. Una entrada amplia y una alfombra de terciopelo azul que salía desde adentro hasta varios metros luego de la entrada, invitando a participar de su sencillo show.

Gradas de madera en las orillas, un escenario circular en el centro y guirnaldas que colgaban desde el techo, justo frente a la entrada, del otro lado del escenario estaba una pequeña tarima en donde sobre ella se encontraba una orquesta de 7 mùsicos percusionistas que desde que se abrían las puertas esperando los visitantes le daban ritmo a cada momento con redoblantes y cajas.

Desde que el circo llegaba a un pueblo y cada día en el que duraba su estadía en ese lugar, abrìa sus puertas esperando a su público, justo a las  8 de la tarde, este circo no hacía propaganda, no entregaba folletos, no se publicitaba de ninguna manera, la gente al ver desde lejos la carpa en lo alto, se arrimaba, atraìda como un imán para observar el espectàculo. y asi dia a dia, se llenaban las gradas de miradas expectantes.
Cuando ya  se encontraba lleno, el bullicio se silenciaba, al comenzar los redoblantes a aumentar su ritmo y volumen para dar paso al presentador… un hombre alto y vestido todo de blanco, camisa, pantalones, chaleco, corbata, saco y hasta una gran galera blanca.
con su voz amable y animosa, presentaba a cada nùmero, dando una pequeña introducción a los artistas, moviendo las manos de manera exagerada hacia pasar a los malabaristas, los magos, acróbatas y trapecistas, todos con trajes coloridos y hermosos, todos se lucìan y robaban miradas y sonrisas, todos se entrenaban largas horas al día para poder brindar algunos minutos de distracciòn a la gente del pueblo.

y cuando ya pasaban todos, luego de que la gente aplaudiera por largos minutos de pie, luego de que todos bajaran del escenario, subía él, ya sin música… sin tambores ni redoblantes, la gente se miraba y no entendía mucho que pasaría, pero comprendía que el payaso, brindaría el último número del show.

con su saco negro de frac, chaleco y moño rojo, pantalón negro a rayas, una camisa blanca como la espuma y unos zapatos exageradamente grandes de color bordó, se paraba justo en el medio del escenario luego de subir a él con su cabeza agachada, mirando el piso. Estando en el centro, alzaba sus manos. tomaba su gorro tipo bombín y levantaba la cabeza mirando a la gente directamente a los ojos, su cara estaba toda pintada de blanco con una lágrima negra dibujada debajo del ojo derecho y una nariz redonda y tan roja como el chaleco, no lograba esconder su mirada de hombre bueno.

Hacía un ademán, sonreía y una rosa color manteca aparecía entre sus manos y la gente con ese sencillo acto lo aplaudía casi más que al resto de sus compañeros, mientras el giraba lentamente mirando a cada uno y haciendo reverencia hasta que al final apoyando una rodilla en el piso, inclinaba su pecho y su cabeza, con una mano sostenía su sombrero y con la otra mano apollaba  la rosa en el piso y así se quedaba unos minutos, la gente volvía al silencio, hasta que alguien, siempre había alguien que no podía evitar querer tomar esa rosa, esa rosa que estaba ahí para ser regalada, esa persona se paraba, tìmidamente bajaba las gradas, subìa al escenario y tomaba esa rosa, y al tomarla sentía el alivio de haber depositado en el payaso toda la pena de su alma.

y así el circo se marchaba, con sus músicos y artistas con su presentador y su payaso. y en cada ciudad por donde andaba encontraba a alguien con una pena escondida que no habia podido encontrar a su alma en gracia para poder sanar. y ese payaso distinto tomaba esa pena y la hacía propia. la introducía en su alma para poderla llevar la cargaba por dentro la escondía y hacía de nexo y puente hasta encontrar donde estaba el alma donde la debia depositar. Buscaban nuevas ciudades se marchaban y al llegar, nuevamente todo el ritual, se desplegaban las lonas, se ponía en alto el mastil central y pasaban uno a uno los artistas, uno a uno desplegaban su andar por el escenario central, y como siempre para finalizar, el payaso con su rostro blanco de esa manera sencilla y casi sin pensar ofrecia su rosa manteca que alguien siempre iba a buscar, en ese caso una alma buena que intuía que en esa rosa habia una pena que podia aliviar.

Pasaban asi lo años y como un reloj sin parar, el payaso por medio de su rosa unía almas que no se habian podido encontrar, el cargaba en su mirada la pena de otros para que puedan descansar.

Un dia como cualquier otro, en un lejano lugar, estando terminando el show del circo con el payaso en el punto central, se lo veía inclinado con una rosa para regalar, y como siempre sucedía alguien la fue a buscar, se acercó en silencio no podía sacar la mirada del payaso que se encontraba inclinado,, miró la rosa, la tomó en sus manos, tomó del brazo al payaso y lo ayudó a levantar, lo miró con ternura y sin decir ni una palabra levantó su mano hasta la mejilla y limpió con la yema de sus dedos la lágrima negra. el payaso sonrió por dentro, su alma en gracia lo había venido a buscar.
juntos se fueron caminando, en silencio, con sus manos entrelazadas sin mirar para atrás.