Retorno al cielo - Return to heaven

Y lo que venía sucediendo de manera esporádica sucedió de manera definitiva y para siempre. Él se desconectó de la realidad.
Estaba en su hamaca, vieja, gastada y llena de polvo, junto a la ventana de su cuarto.
Hubiese preferido que fuese diferente, hubiese elegido un cuarto de temperatura cálida,  una mullida alfombra azul bajo sus pies, su piano lustrado sobre la pared y sobre el mismo su colección de muñecos de bronce.
Le hubiese encantado ver desde su ventana un jardín con árboles floridos y pasto verde; pero la realidad era muy diferente. El piso era de madera crujiente y desteñida; los muebles viejos y abandonados, una cama mal tendida y una pequeña ventana que solo dejaba ver un patio desordenado y descuidado. Junto a el, un tubo de oxigeno que le permitía dar sus últimos suspiros. Del otro lado de la puerta el bullicio de quienes lo cuidaban ese día.  Seguramente algún familiar para él desconocido.
De repente dejó de sentir el malestar de su cuerpo desgastado y los ruidos de ese mundo material.
Alivio gigante es el de estar aun en un cuerpo pero ya sin sentirlo.
Del otro lado de la puerta comenzó a percibirse ya no el sonido de siempre sino el que se genera en una gran batalla, una lucha se plasmaba cerca suyo; una en la que él no podía participar, pero que justamente de él se trataba.
Disputa entre el bien y el mal. Seres oscuros rondaban su alma, como si fueran aves carroñeras,  para apoderarse de su alma en su último suspiro, reclamando ser amos y señores de ella. Solo uno lo defendía, justificando y dando a conocer cada gota de benevolencia que en el transcurso de su vida había habido. Lucha de poderes. Disputa sin sangre pero cruenta. Uno a uno los fue expulsando, cual un exorcista.
Quien fue su amigo secreto. Fue quien lo custodió y defendió,  desde su primer suspiro y hasta el último.
Ángel guardián, amigo custodio y desinteresado, protector de su alma frágil.
Cuando ya no hubo peligro, se dejó ver por vez primera y se hizo presente de manera tangible.
Se miraron reconociéndose,  y un gran abrazo los unió.  Pocos encuentros tan sentidos hay, como el de un alama con su ángel custodio cuando se encuentran al final del camino para retornar al cielo tan querido.

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