Dejándolo todo atrás, familia, historias, amigos, un pasado
y un futuro trunco, subió a su balsa y comenzó a escribir su nuevo destino,
Lo motivaba ser libre, sin trabas, sin más mentiras, y fue
así que rompió sus propias cadenas y se lanzó al mar, convirtiéndose en su
propio héroe, descubrió en ese viaje hacia lo desconocido que es mucho más
valiente de lo que pensaba, que su coraje es más grande que su cuerpo y que su
fe y esperanza estaban gravadas a fuego en su alma buena. Cuán necesario fue tomar esa decisión que tanto costaba,
cambiar el rumbo del camino y comenzar desde cero sin más que la propia compañía
y los recuerdos de una infancia y adolescencia vivida.
De a poco se fue alejando y llego el momento de quiebre en
donde dejó de ver la costa, solo mar, el inmenso y profundo mar rodeaba su
balsa e inundaba su vista y sus sueños. La tristeza llenó su alma y la nostalgia grabó recuerdos.
Los minutos parecían días, las horas siglos, y los siglos
todo una eternidad, de a poco se sintió morir, pero nunca se dio por vencido, su
enorme mundo se convirtió solo en sol y agua salada, en balanceos y mareos, fueron
largos días de despojos, largos días de espera.
Y cuando ya no quedaba más nada que perder, cuando ya la
espera parecía en vano, cuando ya no había rumbo y se había perdido el destino,
apareció el señor de los cielos y despejo tormentas, le permitió contemplar la inmensidad de su
amor, le regaló su cielo regado de infinitas estrellas, y sembró en su alma
sueños nuevos y le dio el motivo de creer en milagros y lo acercó a quienes en
el medio de la nada lo encontraron casi muerto, lo rescataron en una enorme
embarcación. Le dieron abrigo, agua y una bocanada de aires nuevos.
Casi de manera simbólica quemaron la balsa cuando quedo sola
en el mar desierto, y lo llevaron a una nueva tierra firme, a comenzar de nuevo.
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