Sólo una taza de café

Se sentó ahí, donde siempre lo hacia, en ese lugar que sentía propio aunque lejos estaba de serlo.
Intentó recordar el camino que había echo hasta llegar al café pero no pudo. Pues mientras caminaba su mente se encontraba en otro lugar y sus pasos eran casi instintivos. Sólo recordó que había sentido frío y que una leve llovizna refrescó su rostro en la caminata.
Cuando tomo conciencia, se dio cuenta que la taza de café ya estaba en la mesa, tal vez el la había pedido o tal vez la mesera del lugar pensó que tomaría lo mismo de siempre.
Como abrazando la taza, con sus manos grandotas la cubrió para entibiarse y sus ojos lagrimosos se fijaron en ver como el humo del café se desprendía de lo negro, danzaba y desaparecía, y su mente otra vez voló; cómo le costaba mantenerse en la realidad, pues cada detalle de la vida lo llevaba a recuerdos que ya no tenía.
Desde afuera solo se podía ver a un hombre casi inmóvil esperando que el café se enfriara con la mirada perdida y su rostro mal afeitado. Pero por dentro su alma casi no se encontraba en ese cuerpo sino que estaba mucho mas lejos, buscando en el cielo el recuerdo de un amor que había partido temprano, esperando que los años pasen rápido para el rencuentro incierto, esperanza de un amor  eterno pero pausado en el tiempo por caprichos del destino que truncó los caminos.
Al principio del final sólo habia desesperación, luego enojo, que se transformó en extrañeza, la extrañeza en añoranza y ahora sólo le queda la espera, llena de recuerdos. Y descubrió un mundo en su mente que solo pertencía a él y que solo él podía comprender.

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